En Iberjagus, nos especializamos en llevar a tu mesa la exquisita delicadeza del jamón ibérico, una joya culinaria reconocida en todo el mundo por su textura única y su sabor inconfundible.
El término "jamón ibérico" hace referencia a una serie de factores que marcan la singularidad y el valor de este producto. En primer lugar, el jamón ibérico proviene de la raza de cerdos ibéricos, una raza que ha sido criada durante siglos en la península ibérica y que es reconocida por su adaptabilidad y resistencia.
Esta raza es única y posee características que la distinguen de otras razas porcinas. Por ejemplo, su piel es de color negro, sus patas son finas y largas, y su capacidad para almacenar grasa en su tejido muscular es mayor que en otras razas. Esta última característica es clave para la textura y sabor del jamón ibérico, ya que durante el proceso de curación, la grasa se infiltra en el músculo, dando lugar a las vetas blancas que se aprecian en la loncha de jamón y que son tan apreciadas por los conocedores.
Pero no sólo la raza del cerdo es importante. También es fundamental la forma en que estos cerdos son criados. Los cerdos ibéricos se crían en dehesas, una forma tradicional de pastoreo en la península ibérica. En estas dehesas, los cerdos tienen espacio para moverse libremente, lo que contribuye a su bienestar y a la calidad de su carne.
Además, la alimentación de estos cerdos es otro aspecto crucial. Durante la montanera, que es el periodo en que las bellotas caen de las encinas y alcornoques, los cerdos ibéricos se alimentan casi exclusivamente de estas bellotas. Este tipo de alimentación enriquece la carne con ácidos grasos insaturados, que le otorgan un sabor y textura únicos, y que además son beneficiosos para la salud.
Así que cuando hablamos de jamón ibérico, estamos hablando de un producto que es el resultado de una raza única de cerdos, criados en libertad y alimentados con una dieta natural, y cuya carne ha sido cuidadosamente curada. Es esta combinación de factores lo que hace que el jamón ibérico sea una auténtica joya de la gastronomía española.
El jamón ibérico, considerado un verdadero manjar en la gastronomía española y mundial, tiene una historia que se remonta a tiempos antiguos.
Se cree que el cerdo ibérico, de donde se obtiene este tipo de jamón, es descendiente del sus mediterraneus, una especie de jabalí que habitaba en la Península Ibérica desde tiempos prehistóricos. Con la llegada de los fenicios a la península alrededor del 1100 a.C, se empezaron a introducir técnicas de salazón para la conservación de la carne, una técnica que se perfeccionaría con el tiempo.
Durante la época del Imperio Romano, el jamón ibérico empezó a ser apreciado como un producto de alta calidad. Se han encontrado restos arqueológicos que indican que ya en esa época se producía este tipo de jamón. Los romanos también desarrollaron una especie de clasificación de los jamones según su calidad, una tradición que ha persistido hasta hoy.
Durante la Edad Media, y especialmente durante el período de la Reconquista, la cría de cerdos ibéricos se extendió por toda la península. El jamón ibérico se convirtió en un símbolo de la cultura cristiana, ya que el consumo de cerdo estaba prohibido en las culturas judía y musulmana.
La técnica de curación de jamón ibérico fue perfeccionándose con el tiempo. En el siglo XVIII, se empezó a controlar la dieta de los cerdos ibéricos, dándoles bellotas durante la montanera (la última fase de engorde), lo que mejora notablemente la calidad del jamón.
A lo largo del siglo XX, la industria del jamón ibérico ha experimentado un gran crecimiento, llegando a ser reconocida internacionalmente por su calidad. Actualmente, la producción de jamón ibérico se rige por Denominaciones de Origen Protegidas, que certifican su calidad y garantizan que se han seguido las técnicas tradicionales en su producción.
Hoy en día, el jamón ibérico es un pilar de la gastronomía española y es apreciado en todo el mundo por su sabor y textura únicos. El proceso de cría y curación, que puede llevar hasta cuatro años, refleja una tradición milenaria que ha sido preservada y mejorada con el paso de los siglos.
El jamón ibérico se clasifica principalmente en tres tipos, según la raza del cerdo y su alimentación:
Jamón Ibérico de Bellota: Este es el jamón de más alta calidad. Proviene de cerdos de raza ibérica pura que se han alimentado de bellotas durante la montanera, que es el período de engorde en libertad en la dehesa. La carne de estos cerdos es muy valorada por su sabor intenso y su textura jugosa y untuosa, gracias a la infiltración de grasa en el músculo.
Jamón Ibérico de Cebo de Campo: Este jamón proviene de cerdos ibéricos que se han criado en libertad en las dehesas, pero su alimentación se ha basado en piensos, pastos y hierbas, complementada con bellotas. Su sabor es menos intenso que el del jamón de bellota, pero sigue siendo muy apreciado.
Jamón Ibérico de Cebo: Este tipo de jamón proviene de cerdos ibéricos que se han alimentado principalmente de piensos y se han criado en granjas. Aunque su sabor no es tan intenso como el de los jamones de bellota o de cebo de campo, sigue siendo un producto de alta calidad muy valorado en la gastronomía española.
La calidad del jamón ibérico también depende de otros factores, como el tiempo de curación, que suele ser de al menos dos años, y el proceso de elaboración, que debe seguir las tradiciones artesanales para garantizar un producto de la mejor calidad.
La principal diferencia entre el jamón serrano y el ibérico radica en la raza del cerdo y su crianza. Mientras que el jamón serrano se obtiene generalmente de cerdos de raza blanca que se crían en granjas convencionales, el jamón ibérico, como ya hemos mencionado, proviene de cerdos de raza ibérica criados en dehesas y alimentados con bellotas durante la montanera.
El proceso de curación también es un factor diferenciador. El jamón serrano suele curarse durante un período más corto de tiempo, que puede variar entre 7 y 16 meses. Por otro lado, el jamón ibérico requiere de un proceso de curación más largo, que puede extenderse hasta 48 meses o más. Este tiempo adicional permite que el jamón ibérico desarrolle un sabor más profundo y complejo, así como una textura más jugosa y untuosa.
En Iberjagus, ofrecemos jamón ibérico de bellota con una calidad inigualable que garantiza el auténtico sabor del producto español por excelencia.